
La Molécula Sagrada
Ximena de la Mora | Abril 2022
Los momentos cuando cuestionamos nuestra realidad, el origen de nuestro ser, y el mundo que gira alrededor de nosotros son escasos. A veces, soñamos realidades alternas, distintas de la realidad cotidiana de nuestras vidas, y nos llevan a lugares místicos, poco explicables, si nos conformamos con la ontología inherente de nuestra sociedad. Es en estos momentos, que podemos acceder a puntos generalmente poco visibles de nuestra conciencia e inconsciente y que en realidad podemos postular la posibilidad de una realidad alterna, quizá no lejana a la nuestra, pero increíblemente distinta y difícil de intelectualizar a profundidad.
Los psicodélicos son herramientas que se han utilizado históricamente para acceder realidades alternas—han sido la fuente, y en varias regiones del mundo siguen siendo una fuente para el emprendimiento espiritual, el despertar de la conciencia, para sanar nuestros cuerpos físicos y emocionales. Existen una variedad de psicodélicos que producen efectos distintos, la mayoría incluyen componentes de reflexiones internas increíblemente profundas y sanadoras, así como también visiones de figuras geométricas, casi siempre muy vívidamente coloridas. Son una puerta para el despertar del ser, para la disolución del ego, y para poder sujetar y afrontar conceptos del ser humano como la muerte. Como los sueños, los psicodélicos tienen el poder de darnos a conocer otros planos de vida, otros lugares en los que podemos existir, y sobre todo tienen el poder de transformar nuestras vidas.
La Dimetiltriptamina, o su nombre más conocido DMT, es una sustancia química presente en todas las cosas vivas—esta sustancia se encuentra tanto en las plantas como en nuestros cerebros. Es una substancia química naturalmente ocurrente en nuestro ser, y produce efectos psicodélicos cuando se administra externamente al ser humano—ya que las dosis son mucho más fuertes, y en mayor cantidad que lo que naturalmente producimos. A comparación de otros psicodélicos, el DMT es conocido como la substancia del espíritu—o del alma. Su connotación, como la molécula sagrada, es gracias a que frecuentemente induce una nueva cercanía a un poder superior para los que la consumen, así como por sus efectos místicos y las experiencias cercanas a la muerte que la substancia brinda.
Esta sustancia es el componente químico en la Ayahuasca que produce los efectos psicodélicos de la droga. Igualmente, esta sustancia es comúnmente encontrada en una especie de rana llamada Bufo Alvarius, situada primordialmente en la región sonorense de México. A través de sus glándulas, esta especie de rana secreta una variación del DMT, y esta produce los mismos efectos que cuando se consume la sustancia a través de la Ayahuasca, o en sus varias otras formas. El DMT se puede también se encuentra en ciertos tipos de hongos y otras plantas medicinales, sin embargo, se puede consumir directamente en su estado aislado como un aceite en una cápsula, fumada, o intravenosamente. Normalmente, el efecto de la droga, en su estado aislado dura aproximadamente de 15 a 30 minutos, a comparación de 4 a 6 horas cuando se consume a través de la Ayahuasca. Aunque su margen de vida es breve, la droga tiene efectos prolongados en la psique del ser, y tiene el poder de revitalizar y renovar muchas de las creencias previas que tenemos como seres humanos.
Poco a poco se ha ido normalizando el uso de las substancias psicodélicas para ayudar la sanación del cuerpo emocional de muchas personas—por ejemplo, el consumo en pequeñas dosis de hongos alucinógenos ha demostrado tener un efecto realmente positivo en pacientes con depresión, ansiedad severa, y otras condiciones de la psique. Sin embargo, hay muy poca información acerca de los efectos clínicos de el DMT, y esto es dado a que es una sustancia que produce una variedad de situaciones distintas, así como por la connotación negativa que nuestra sociedad les ha otorgado a las drogas.
A pesar de la poca información clínica sobre el DMT, el Doctor Strassman—graduado de Stanford, y con un título médico otorgado por la Universidad de Yeshiva—publicó su largo y detallado caso del DMT—se dedicó a estudiar los efectos de la droga en el ser humano, y ha sido una de las primeras figuras médicas—y públicas—en hablar de la molécula sagrada. Dentro de sus observaciones, posiblemente una de mayor interés es la habilidad de la sustancia en inducir estados de realidades alternas, experiencias místicas, y experiencias cercanas a la muerte. Con los varios pacientes que el Doctor Strassman estudió, el denominador común tenía que ver con los diferentes planos de vida, reflexiones internas, y emprendimientos espirituales que muchos de sus pacientes tenían.
A través de su trabajo, el doctor llegó a conectar la sustancia química con la glándula pineal del cerebro—postulando que esta sustancia es el químico que se libera al nacer y al morir, entre otras cosas. Las experiencias cercanas a muerte, o la disolución del ego, parecían ser historias recurrentes entre sus pacientes. Despertaban de sus estudios clínicos con una apreciación por la vida, y un entendimiento de la muerte y de la razón de ser, que mucho no habían alcanzado en años de trabajo interno. Igualmente, muchos de los pacientes reportaban tener experiencias con seres de otro planeta—es decir, con alienígenas. En especial, muchos se encontraban en otro mundo bajo una mesa de operación, en donde estos alienígenas operaban sus cuerpos—como transitando de un mundo a otro, y como limpiando los órganos ‘contaminados’ por el peso energético y emocional de sus vidas cotidianas.
Se han reportado efectos similares con pacientes de la medicina fuera de este experimento-lo más sobresaliente de todo es el hecho de que una sustancia naturalmente ocurrente en nuestros cuerpos tenga las respuestas para el pavor existencial que muchos de nosotros enfrentamos día a día. Así como los sueños, el DMT tiene el poder de exacerbar nuestro entendimiento personal, tanto físico, como emocional y de nuestro mundo externo. Al presentarnos con estas realidades distintas a la que conocemos, confrontarnos con el concepto de la muerte, y la fragilidad de la vida, nos otorga un gran espacio para el despertar espiritual—para encontrar respuestas, tal vez esotéricas, a las preguntas que nos condenan sobre nuestro ser, nuestros dolores, y nuestra existencia. El DMT podría ser una gran herramienta para el despertar del ser, para calmar la angustia de lo incomprensible, y para ayudar a sanarnos internamente de los duelos que enfrentamos día a día.